Dicen que él nunca abandona, que
es constante y persistente, dicen que nunca rompe sueños y que tras su sonrisa
enigmática se esconde uno de los mejores caracteres que aquella ciudad ha
conocido.
Ella
quizá tenga una concepción diferente, desmigajada entre libros y recuerdos se
pregunta a sí misma cual fue el fallo de una ecuación que siempre dio error,
esperaba impaciente que las piezas de ese puzle que algunos denominaron amor
encajasen entre sí, por sí solas, sin necesidad de amontonarlas son super-glue.
Las fotografías viejas se amontonan en el suelo, cajas de recuerdos la rodean,
franqueándola del mundo exterior. Llora. Se culpabiliza. Le quiere.
Él la
ha abandonado ese diecinueve de enero de 2007, fecha que enmarca en negro, él
la dejado de ser constante y persistente, quizá por falta de ganas o por mero
aburrimiento, o posiblemente porque ha descubierto que el amor que fingieron
sentir era más débil de lo que pensaron, subestimaron a los celos, encerraron
en una cajita bellos sentimientos y vivieron de recordarlos.
Él la
ha dejado rota de dolor, con medias tintas y cinco palabras (ya no quiero estar
contigo), que acabaron con todas las promesas anteriores. Él quizá no sea tan
bueno como parecía, quizá también tenga sus fallos, quizá su fallo sea ella, o
lo mismo sea su incapacidad de amar. No se sabe. Lo que si podríamos afirmar,
es que las apariencias engañan.