sábado, 9 de febrero de 2013

Las apariencias engañan




Dicen que él nunca abandona, que es constante y persistente, dicen que nunca rompe sueños y que tras su sonrisa enigmática se esconde uno de los mejores caracteres que aquella ciudad ha conocido.
                Ella quizá tenga una concepción diferente, desmigajada entre libros y recuerdos se pregunta a sí misma cual fue el fallo de una ecuación que siempre dio error, esperaba impaciente que las piezas de ese puzle que algunos denominaron amor encajasen entre sí, por sí solas, sin necesidad de amontonarlas son super-glue. Las fotografías viejas se amontonan en el suelo, cajas de recuerdos la rodean, franqueándola del mundo exterior. Llora. Se culpabiliza. Le quiere.
                Él la ha abandonado ese diecinueve de enero de 2007, fecha que enmarca en negro, él la dejado de ser constante y persistente, quizá por falta de ganas o por mero aburrimiento, o posiblemente porque ha descubierto que el amor que fingieron sentir era más débil de lo que pensaron, subestimaron a los celos, encerraron en una cajita bellos sentimientos y vivieron de recordarlos.
                Él la ha dejado rota de dolor, con medias tintas y cinco palabras (ya no quiero estar contigo), que acabaron con todas las promesas anteriores. Él quizá no sea tan bueno como parecía, quizá también tenga sus fallos, quizá su fallo sea ella, o lo mismo sea su incapacidad de amar. No se sabe. Lo que si podríamos afirmar, es que las apariencias engañan.