Según
la Real Academia de la lengua Española, la felicidad es un estado anímico que
se complace con la posesión de un bien. Todos aspiramos a ella, desde que oímos
que existe y creemos que es eterna, que una vez que se obtiene, jamás se
escapa, aspiramos a ella en todos los segundos de nuestra vida, esquivando los
errores, autoevaluando las acciones, jurándonos no volver a hacernos daño,
llevando a cabo conductas cuyo resultado creemos que nos la proporcionará, pero
en realidad no existe, la felicidad es simplemente un momento, una fotografía
en blanco y negro que nuestro cerebro enmarca como fin, que nos ayuda a creer
en la luz los días de oscuridad, que nos da alas, ánimo y valentía y nos impide
llorar noche tras noche en la almohada.
Ella
era consciente de que la felicidad no existía, que solo obtendría momentos
efímeros y felices que se la escurrirían por los dedos entre las carcajadas,
sabía a ciencia cierta que su vida nunca sería un caminito de rosas sin espinas
y que en el fondo, al final siempre terminaría lamentándose de alguna decisión
errónea que tomaba. Quizá por eso se limitaba más a disfrutar de las 24 horas
que tenía el día, que a quejarse de las cosas que ya no tiene, o que no puede
tener aún. Por ello también echa la culpa al universo y le concede el poder de
determinar su futuro, con un simple “las cosas ocurren por un objetivo”, tanto
las penas como las alegrías, así, cada desgracia o cada felicidad que obtiene,
les encuentra un por qué, una razón que las hace más especiales y más
auténticas. Llora, ha llorado mucho casi lo mismo que ha sufrido, las
desgracias la encantan, porque las entiende y podría hacer un máster con ellas,
pero no se enmarca en ellas, ella es más alegría que pena, más sonrisa que
tristeza, ella es Remény, Toivoa, esperanza, esperanza llena de sueños etéreos
que posiblemente nunca lleguen a cumplirse, escenas ficticias enmarcadas en su
cabeza que jamás se cumplirán, pero que de vez en cuando se imagina que algún día
existan. Ella escribe de penas y la gusta hablar de ellas, porque siente que
por eso la ocurrieron a ella, que tanta pena no ha sido en vano y la hace aún
más fuerte, poner una mejilla inmensa a las dificultades que la vida la ha expuesto
hasta ahora.
¿Qué
significa la felicidad para ella? Pues demasiadas cosas, no llorar por las
noches sola y tenerse que tomar gelocatil para que al día siguiente pueda
afrontar con normalidad un día horrible, comer sin engordar, sonreír al menos
una vez cada día, sentir que vale para algo, no preocuparse por el peso,
comprar ropa bonita en rebajas, sentirse guapa cuando se ve al espejo, que la
salgan bien las comidas que hace ella sola, jugar con su familia, bailar,
nadar, tomar el sol, que su hermano la diga que la quiere, los abrazos, ver
películas románticas hasta las tres y creerse que esos momentos existen de
verdad, que se la escapen sonrisas, cerrar los ojos mientras se asoma por la
ventana en las noches de tormenta mientras corre la brisa, porque así siente
que su mama está más cerca, tumbarse en la cama y reir por cualquier idiotez
que la ha ocurrido cada día, escribir whatsapp sin parar porque algo
emocionante la ha ocurrido, las charlas
hasta las mil, no estudiar porque van a verla a su habitación porque la echan
de menos, hacer locuras con las amigas, no preocuparse del qué dirán,
aconsejar, ayudar, ser psicóloga aficionada de sus amigas cuando lo necesitan,
tener gente al lado que la quiere, pasar el tiempo con ellos, enfrentarse a sus
miedos, superarlos, sentirse querida, sentirse echada en falta, los abrazos,
los besos.
No
aspira a la felicidad completa, sabe que no existe, que tendrá tantos momentos
malos como buenos, pero que los buenos merecerán más la pena, porque en la
cuenta de la vida, valen el doble. Quiere romper con sus novios, pelearse con
sus amigas, perder a gente por el camino, suspender, ser despedida, tener que
estudiar, los agobios, quedarse sola, llorar, pasarlo mal, ir mil veces al
psicólogo porque siente que va a la deriva, que crecerán los problemas, que se
sentirá sola, pero antes que eso, por encima de todo, quiere que haya gente en
esos momentos que le ayude a hacerlo más llevadero, que sean el agua en sus
atragantamientos, sentirse arropada, y poder sonreír con ellos al menos una vez
al día. Es consciente que la vida tiene cal, arena, penas, alegrías y migajas
de desesperación, que es un coctel mortífero del que nadie ha salido ileso, y
la encanta, aunque se queje, la encanta, siente que ha parado suficiente el
reloj de su vida y que su cueva era cómoda, pero es mejor la luz, prefiere oír
su corazón latir, sufrir, reír, tener experiencias que contar y con las que
agobiarse.
Va poco a poco, pero segura para
no dar marcha atrás y quitar las pilas de su reloj, por ahora, no se preocupa
por los malos momentos que está segura de que afrontará. Porque ahora sí, la
tocan sentir escurrir su felicidad por las manos, agotar el tiempo y vivirlo
intensamente, llenar álbumes enteros de carcajadas caminar con el corazón
abierto, permitirse no ver la caducidad de las relaciones, no tener la
necesidad de ponerse barreras, dejarse a sí misma ser feliz, confiar sin tener
miedo, disfrutar de su valentía, en definitiva, ahora es el tiempo de hacer el
máster en alegrías, aunque posiblemente en las prácticas externas necesite
ayuda.
-¿Qué es para ti la
felicidad?-Preguntó él enmarcando su mirada en su piel
Ella se levantó y caminó hacia la
ventana, rio, cerró los ojos-Vivir, la felicidad para mí es eso, sentir que
estoy viva y estar viva es ser feliz, cerrar los ojos por la noche, mientras la
brisa mece tus mechones y sonreír, porque estás viva y no hay ningún motivo tan
grande como para dejar de estarlo.