jueves, 18 de abril de 2013

Hapinness


                


              Según la Real Academia de la lengua Española, la felicidad es un estado anímico que se complace con la posesión de un bien. Todos aspiramos a ella, desde que oímos que existe y creemos que es eterna, que una vez que se obtiene, jamás se escapa, aspiramos a ella en todos los segundos de nuestra vida, esquivando los errores, autoevaluando las acciones, jurándonos no volver a hacernos daño, llevando a cabo conductas cuyo resultado creemos que nos la proporcionará, pero en realidad no existe, la felicidad es simplemente un momento, una fotografía en blanco y negro que nuestro cerebro enmarca como fin, que nos ayuda a creer en la luz los días de oscuridad, que nos da alas, ánimo y valentía y nos impide llorar noche tras noche en la almohada.
                Ella era consciente de que la felicidad no existía, que solo obtendría momentos efímeros y felices que se la escurrirían por los dedos entre las carcajadas, sabía a ciencia cierta que su vida nunca sería un caminito de rosas sin espinas y que en el fondo, al final siempre terminaría lamentándose de alguna decisión errónea que tomaba. Quizá por eso se limitaba más a disfrutar de las 24 horas que tenía el día, que a quejarse de las cosas que ya no tiene, o que no puede tener aún. Por ello también echa la culpa al universo y le concede el poder de determinar su futuro, con un simple “las cosas ocurren por un objetivo”, tanto las penas como las alegrías, así, cada desgracia o cada felicidad que obtiene, les encuentra un por qué, una razón que las hace más especiales y más auténticas. Llora, ha llorado mucho casi lo mismo que ha sufrido, las desgracias la encantan, porque las entiende y podría hacer un máster con ellas, pero no se enmarca en ellas, ella es más alegría que pena, más sonrisa que tristeza, ella es Remény, Toivoa, esperanza, esperanza llena de sueños etéreos que posiblemente nunca lleguen a cumplirse, escenas ficticias enmarcadas en su cabeza que jamás se cumplirán, pero que de vez en cuando se imagina que algún día existan. Ella escribe de penas y la gusta hablar de ellas, porque siente que por eso la ocurrieron a ella, que tanta pena no ha sido en vano y la hace aún más fuerte, poner una mejilla inmensa a las dificultades que la vida la ha expuesto hasta ahora.
                ¿Qué significa la felicidad para ella? Pues demasiadas cosas, no llorar por las noches sola y tenerse que tomar gelocatil para que al día siguiente pueda afrontar con normalidad un día horrible, comer sin engordar, sonreír al menos una vez cada día, sentir que vale para algo, no preocuparse por el peso, comprar ropa bonita en rebajas, sentirse guapa cuando se ve al espejo, que la salgan bien las comidas que hace ella sola, jugar con su familia, bailar, nadar, tomar el sol, que su hermano la diga que la quiere, los abrazos, ver películas románticas hasta las tres y creerse que esos momentos existen de verdad, que se la escapen sonrisas, cerrar los ojos mientras se asoma por la ventana en las noches de tormenta mientras corre la brisa, porque así siente que su mama está más cerca, tumbarse en la cama y reir por cualquier idiotez que la ha ocurrido cada día, escribir whatsapp sin parar porque algo emocionante la ha ocurrido,  las charlas hasta las mil, no estudiar porque van a verla a su habitación porque la echan de menos, hacer locuras con las amigas, no preocuparse del qué dirán, aconsejar, ayudar, ser psicóloga aficionada de sus amigas cuando lo necesitan, tener gente al lado que la quiere, pasar el tiempo con ellos, enfrentarse a sus miedos, superarlos, sentirse querida, sentirse echada en falta, los abrazos, los besos.
                No aspira a la felicidad completa, sabe que no existe, que tendrá tantos momentos malos como buenos, pero que los buenos merecerán más la pena, porque en la cuenta de la vida, valen el doble. Quiere romper con sus novios, pelearse con sus amigas, perder a gente por el camino, suspender, ser despedida, tener que estudiar, los agobios, quedarse sola, llorar, pasarlo mal, ir mil veces al psicólogo porque siente que va a la deriva, que crecerán los problemas, que se sentirá sola, pero antes que eso, por encima de todo, quiere que haya gente en esos momentos que le ayude a hacerlo más llevadero, que sean el agua en sus atragantamientos, sentirse arropada, y poder sonreír con ellos al menos una vez al día. Es consciente que la vida tiene cal, arena, penas, alegrías y migajas de desesperación, que es un coctel mortífero del que nadie ha salido ileso, y la encanta, aunque se queje, la encanta, siente que ha parado suficiente el reloj de su vida y que su cueva era cómoda, pero es mejor la luz, prefiere oír su corazón latir, sufrir, reír, tener experiencias que contar y con las que agobiarse.
Va poco a poco, pero segura para no dar marcha atrás y quitar las pilas de su reloj, por ahora, no se preocupa por los malos momentos que está segura de que afrontará. Porque ahora sí, la tocan sentir escurrir su felicidad por las manos, agotar el tiempo y vivirlo intensamente, llenar álbumes enteros de carcajadas caminar con el corazón abierto, permitirse no ver la caducidad de las relaciones, no tener la necesidad de ponerse barreras, dejarse a sí misma ser feliz, confiar sin tener miedo, disfrutar de su valentía, en definitiva, ahora es el tiempo de hacer el máster en alegrías, aunque posiblemente en las prácticas externas necesite ayuda.
-¿Qué es para ti la felicidad?-Preguntó él enmarcando su mirada en su piel
Ella se levantó y caminó hacia la ventana, rio, cerró los ojos-Vivir, la felicidad para mí es eso, sentir que estoy viva y estar viva es ser feliz, cerrar los ojos por la noche, mientras la brisa mece tus mechones y sonreír, porque estás viva y no hay ningún motivo tan grande como para dejar de estarlo. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Alcohol




Agitó el ron con hielo en la barra del bar, mientras el resto movía sus cuerpos al ritmo de la música, rio, nunca obtuvo todo aquello que él quería y le pareció que emborracharse hoy, era lo mejor; hacía meses que no disfrutaba de una buena copa con hielo, del alcohol en sus venas, y la sangre corría por ellas, lo pedía.
                Ingresó en alcohólicos anónimos hacía tres años, cuando la única reserva de comida que guardaba en su nevera era wisky y ginebra. Se acuerda de cada día de la primera copa de vodka y la de wisky, como solía tomarse una copa a media mañana y luego otra dos horas más tarde, recuerda los fracasos a la una de la tarde cuando rompía la promesa de “esta será la última”, cuando borracho se introducía en su cama. Ansiaba tener el valor de dejarlo, de que su mente dejase de pensar que el alcohol era la única solución a sus problemas, ansiaba recuperar cada minuto de vida que había perdido desde que se tomó aquella copa que le hizo olvidarse de que un borracho había acabado con la vida de su mujer y la de su hijo, al atropellarlos en la carretera, nunca pensó que terminaría tan perdido como aquel desgraciado al que maldijo todos los días desde entonces, y deseaba olvidar todo, borrar todos esos años y regresar a aquella última discusión para decir a su mujer un te quiero más, cuidarla, prevenirla, suplicarla que no fuera ella a por el niño, protegerla, como juró hacerlo cuando se casaron.
                Bebió un sorbo de ron y dejó el vaso en la barra, suspiró, autocontrol, bebió otro sorbo, volvió a respirar, pago y se marchó del bar. Hacía menos de un año que estaba sobrio y hoy, los médicos le habían informado de que su cáncer de hígado le consumiría en menos de dos. Necesitaba aquello, demostrarse a sí mismo y a su mujer, que había logrado lo que en silencio prometió arrodillado a los pies de su cama. Rio de nuevo, sabía que dentro de poco, podría volver a decir a su familia, todos los te quieros que aquellas copas de más se los llevaron en mayo.

martes, 9 de abril de 2013

Terror





Aun siente el roce de su piel por la suya, sus violentos movimientos se le han quedado sellados en la piel, se ahoga en el recuerdo. Los ojos en blanco parecen ver de nuevo a su violador encima de ella, teme, gime, chilla, rompe el silencio sin que nadie la auxilie.
Abrió la ventana porque el calor que hacía en su cuarto no la dejaba dormir, cuando sintió su respiración en su oreja, pensó que por fin soplaba el aire en la capital; entonces, él tapó su boca con su mano, mientras con la otra la arrancó las bragas mientras se llevaba su inocencia y su seguridad.  Ella era veneno puro, auntoconfianza, seguridad, valentía, el sufrimiento no la conocía, hasta aquella noche, hasta aquel momento. Le susurró que si no chillaba todo sería mucho más fácil, y ella cerró los ojos, trato de no hacer ruido, creía que así, si lo obviaba nadie sabría nada, lloraba de inconsciencia, y cerraba los ojos para evitar ver su sonrisa de satisfacción en su rostro. Cuando terminó, la dio un golpe en la cara, partiéndola la nariz, agarró su cabeza y la golpeó contra el cabecero, hasta que la sangre corrió por sus mejillas; le oyó reírse de satisfacción y de orgullo. Levantó la cabeza y mientras le veía marcharse por la puerta, la brisa entro de golpe en su auxilio cerrándola y arropándola entre sus brazos.
Ataviada con el pañuelo al cuello y los pantalones largos, camina de su mano por las calles atestadas de gente; los policías comienzan a desfilar delante de ella, mira al número tres a los ojos, con odio, rabia, una mirada enmarcada en los recuerdos, deja sus ojos en blanco y permite que su corazón vuelva a romperse mientras pronuncia un “tres” que la sabe a poco. Suspira, no recupera nada de lo que le quito, su inocencia, su felicidad, su seguridad sigue apresándola él. La sonríe, y ella vuelve a romperse en pedazos, deja de respirar, abandona sus ojos en blanco y se desmaya presa de los recuerdos.
Tres semanas después siente su sudor sobre su piel, sus manos se le han quedado marcadas en la epidermis por mucho que trate de arrancarla, se siente sucia, siente que toda ella está cubierta por una capa viscosa, sudorosa y asquerosa que no es de ella, la debilidad y la desprotección la marcan. Sentada en la bañera contempla el techo de su cuarto, lágrimas desgarran sus rojizos ojos, furia y rabia enmarcan sus palabras, cruentas palabras que muestran la impiedad de los dioses, la música suena por el cuarto, el goticismo de sus uñas refleja lo más oculto de su corazón. Cada grieta de su interior lleva el nombre propio de su violador, se susurra que ojalá la hubiese matado, y que la tachen de cobarde, que la da igual, quiere dejar de ser valiente, abandonarse, morir. Introduce su cabeza en el fondo de la bañera, deja de respirar…

sábado, 9 de febrero de 2013

Las apariencias engañan




Dicen que él nunca abandona, que es constante y persistente, dicen que nunca rompe sueños y que tras su sonrisa enigmática se esconde uno de los mejores caracteres que aquella ciudad ha conocido.
                Ella quizá tenga una concepción diferente, desmigajada entre libros y recuerdos se pregunta a sí misma cual fue el fallo de una ecuación que siempre dio error, esperaba impaciente que las piezas de ese puzle que algunos denominaron amor encajasen entre sí, por sí solas, sin necesidad de amontonarlas son super-glue. Las fotografías viejas se amontonan en el suelo, cajas de recuerdos la rodean, franqueándola del mundo exterior. Llora. Se culpabiliza. Le quiere.
                Él la ha abandonado ese diecinueve de enero de 2007, fecha que enmarca en negro, él la dejado de ser constante y persistente, quizá por falta de ganas o por mero aburrimiento, o posiblemente porque ha descubierto que el amor que fingieron sentir era más débil de lo que pensaron, subestimaron a los celos, encerraron en una cajita bellos sentimientos y vivieron de recordarlos.
                Él la ha dejado rota de dolor, con medias tintas y cinco palabras (ya no quiero estar contigo), que acabaron con todas las promesas anteriores. Él quizá no sea tan bueno como parecía, quizá también tenga sus fallos, quizá su fallo sea ella, o lo mismo sea su incapacidad de amar. No se sabe. Lo que si podríamos afirmar, es que las apariencias engañan.