Agitó el ron con hielo en la barra del bar, mientras el
resto movía sus cuerpos al ritmo de la música, rio, nunca obtuvo todo aquello
que él quería y le pareció que emborracharse hoy, era lo mejor; hacía meses que
no disfrutaba de una buena copa con hielo, del alcohol en sus venas, y la
sangre corría por ellas, lo pedía.
Ingresó
en alcohólicos anónimos hacía tres años, cuando la única reserva de comida que
guardaba en su nevera era wisky y ginebra. Se acuerda de cada día de la primera
copa de vodka y la de wisky, como solía tomarse una copa a media mañana y luego
otra dos horas más tarde, recuerda los fracasos a la una de la tarde cuando
rompía la promesa de “esta será la última”, cuando borracho se introducía en su
cama. Ansiaba tener el valor de dejarlo, de que su mente dejase de pensar que
el alcohol era la única solución a sus problemas, ansiaba recuperar cada minuto
de vida que había perdido desde que se tomó aquella copa que le hizo olvidarse
de que un borracho había acabado con la vida de su mujer y la de su hijo, al
atropellarlos en la carretera, nunca pensó que terminaría tan perdido como
aquel desgraciado al que maldijo todos los días desde entonces, y deseaba
olvidar todo, borrar todos esos años y regresar a aquella última discusión para
decir a su mujer un te quiero más, cuidarla, prevenirla, suplicarla que no
fuera ella a por el niño, protegerla, como juró hacerlo cuando se casaron.
Bebió
un sorbo de ron y dejó el vaso en la barra, suspiró, autocontrol, bebió otro
sorbo, volvió a respirar, pago y se marchó del bar. Hacía menos de un año que
estaba sobrio y hoy, los médicos le habían informado de que su cáncer de hígado
le consumiría en menos de dos. Necesitaba aquello, demostrarse a sí mismo y a
su mujer, que había logrado lo que en silencio prometió arrodillado a los pies
de su cama. Rio de nuevo, sabía que dentro de poco, podría volver a decir a su
familia, todos los te quieros que aquellas copas de más se los llevaron en mayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario